Cuando a tus celos le gustaban mis caricias y tus labios
ardían con una sonrisa en mi corazón, ayer que corría por ti al paradero sin
contar ni minutos ni horas, ayer que tu falda enloquecía y pedías que te
abrigue con tan solo un abrazo, como cuando mis detalles te dejaban fría o se
desataba una pasión de medianoche de esas que terminan en un “buenos días”.
Ayer en esas
discrepancias de quien ama más terminando con un “hasta el infinito y más allá”.
Cuando nuestros código nos enloquecían con tan solo una palabra y una mirada de
complicidad.
Te conocí cuando no te importaba si era gourmet, buffet o
combinado tres colores, también combinabas morado y verde con tus zapatos
antiguos, cuando los días de rutina tenían sabor a besos y las horas de sueño
se convertían en tareas académicas.
Te conocí sin prejuicios y sin desgana, te conocí con tu
corazón en las manos y las puertas abiertas pero con derecho de admisión, te
conocí al parecer en un mundo paralelo cuando los días parecían solo
primaveras.
Te conocí cuando no te importaba si era emoliente o Starbucks
por las mañanas, cuando preferías ajinomen que la Rosa Náutica.
Así más o menos ideal te conocí, fuiste un sueño o un
espejismo al parecer.
Hoy resta tu holograma en mi cajón. Fin.